Elogio de la mancha

La Mancha, como todos recordamos, es la tierra de Don Quijote. Lo recordamos porque Cervantes invoca al olvido en las primeras líneas de su novela y nos cuenta que el ingenioso hidalgo vivía en algún lugar de cuyo nombre no quiere acordarse. La Mancha es el territorio de la nostalgia por las aventuras de caballería y, de manera menos evidente, es también el territorio de la paradoja.

Don Quijote de La Mancha​ es una aventura sobre la libertad que fue escrita en prisión. Así, desde la propia génesis literaria, la paradoja se instaló en la más memorable de las odiseas manchegas. También las manchas, en plural y con minúsculas, son paradójicas y sorprendentes. Con frecuencia juegan el juego de los contrarios y nos hacen creer en borrones, deformaciones y equivocaciones mientras nos ofrecen misterio, conocimiento y vida.

¿Qué sería el arte contemporáneo sin las manchas de Pollock? ¿Hasta dónde habría llegado el psicoanálisis sin los pringues simétricos que conforman la prueba de Rorschach? Y ya que estamos, ¿a quién se le ocurrió que las votaciones presidenciales debían definirse mediante las asépticas crayolas anaranjadas en lugar del parchón de tinta en el pulgar?

Este berrinche que pretende ser un elogio viene a cuento a propósito de la gran mancha de basura que flota en el Océano Pacífico y de los descubrimientos que se han producido recientemente dentro de su amorfo territorio. Esta inmensa isla de basura, conocida también como el continente de plástico, está a medio camino entre Hawái y California y cuenta con una extensión aproximada de 1,6 millones de Km2. Esto equivale a más de 30 veces el territorio de Costa Rica.

La piel del océano

Como puede suponerse, la gran mancha de basura del Pacífico les roba el sueño a los ambientalistas. El plástico en el océano constituye una amenaza para la vida marina porque mata a más de un millón de aves cada año, así como a más de 100.000 mamíferos, según los datos de la UNESCO.

Existen varias organizaciones que recogen con redes los bordes de esta inmensa sopa de botellas, neumáticos y cepillos de dientes, llevan el contenido hasta tierra firme y lo eliminan. Estas acciones producen una pequeña esperanza en la especie humana. También destruyen el neuston: un conjunto de organismos, entre los que pueden mencionarse bacterias y algas, que se ubica en la capa superficial que separa el agua de la atmósfera.

El neuston es la piel del océano, sobre la que sabemos poco y nada. En algunas ocasiones se manifiesta como finas capas azuladas que pueden degradar el petróleo crudo en aguas contaminadas. Sus adaptaciones para la flotación podrían orientar la construcción de naves más hidrodinámicas y ahorrativas.

“Es muy difícil de estudiar el neuston porque se encuentra en el océano abierto y no se puede recoger a menos que se realicen expediciones marinas, que cuestan mucho dinero”, relata Lanna Cheng, una científica de la Universidad de California, en un artículo publicado en mayo de 2022 en The New York Times.

De acuerdo con la mayoría de los investigadores, adentrarse en la naturaleza y el comportamiento del neuston nos permitiría comprender los cambios en la radiación solar, la contaminación marina, la salinidad o los efectos de radiación ultravioleta sobre los océanos. Por otra parte, algunos científicos sospechan que el neuston ha comenzado a transformarse. A plastificarse. A convertirse en una suerte de Frankestein marino, por cortesía de la gran mancha del Pacífico.

En 2019, un equipo de investigadores franceses tomó muestras de las aguas superficiales de la mancha y descubrió que había concentraciones mucho más altas del neuston dentro de la mancha que afuera de ella. Los resultados de esta investigación se publicaron el año pasado y podrían complicar los esfuerzos de los conservacionistas por eliminar la inmensa y creciente cantidad de plástico que flota en el Pacífico. Ya se sabe: la mancha y la paradoja son sinónimos.

Pequeñas criaturas

La Ideonella sakainesis es una bacteria que se alimenta del plástico de las botellas y envases al secretar dos enzimas capaces de descomponer en seis semanas el polímero con el que se fabrica la mayoría de estos envases plásticos. Su etimología hace referencia a la ciudad de Sakai, en Japón, donde fue descubierta en 2016. Dos años después, científicos británicos y estadounidenses consiguieron modificar una de las enzimas originales de la bacteria, con lo que lograron descomponer ese polímero en apenas unos pocos días.

¿Qué podemos aprender de la Ideonella sakainesis? En primer lugar, que estos seres diminutos pueden convertirse en nuestros mejores aliados para lidiar con los problemas de nuestro tiempo. Algo similar podría ocurrir con los Recluzia, los Janthina, los Porpita o los Actinecta, que forman parte de la comunidad del neuston, si los cuidamos y observamos con atención, como hemos hecho desde la antigüedad a las preciadas paradojas.

A inicios de los años ochenta se hablaba del cyborg como la manifestación más concreta del post humanismo. Hoy podríamos hablar del post neustonismo para referirnos a las formas que encuentra la vida para sorprendernos y hacernos preguntas. Preguntas sobre aquello que sabemos o creemos saber. Sobre nuestra capacidad para adaptarnos a los grandes cambios como lo hacen las pequeñas criaturas. Las que nos revelan los múltiples grises que habitan entre el blanco y el negro. Las maestras del contrasentido. Las habitantes de la mancha.

JURGEN UREÑA

@jurgenurena